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UN COMENTARIO AL LIBRO DE NEHEMÍAS

0509054X2En el •canon hebreo este libro figura entre los “Escritos” (Ketuvim) como una unidad con •Esdras. Así figura también en la •Septuaginta y en la Vulgata. Algunos eruditos sugieren que la división de Esdras y N. fue introducida por Orígenes. Lo mismo hizo más tarde Jerónimo, que denominó a los libros “I y II E.”. El texto de N. y Esdras se ha conservado muy bien.

Autor y fecha. El Talmud reconoce a •Esdras, un sacerdote y escriba, como el autor de los libros de Esdras, N. y los libros de Crónicas. Se han señalado varias razones de carácter histórico y literario que sugieren dudas sobre eso. Los libros en sí mismos no dicen específicamente que fueran escritos por Esdras. Por eso algunos exegetas, cuando se refieren al autor de ellos, le llaman “el cronista”, lo cual puede suponer o no que Esdras fuera el responsable de estas obras.

Otros eruditos opinan que N. fue escrito por varios autores. Que quizás el gobernador N. escribió sólo la primera parte (caps. 1 al 7), puesto que habla en primera persona. Pero que la segunda parte (caps. 8 al 12:26) se atribuye a otro individuo que, en tiempos posteriores, adicionó materiales que formaban parte de los archivos o colecciones de documentos que sirvieron para elaborar los libros de las Crónicas. Se basa esta opinión en los siguientes hechos: a) En esta porción del libro el estilo es diferente. b) N. abandona el primer plano, que es tomado por Esdras. c) En Neh. 8:14 se habla del libro de la ley y no se menciona a Esdras por nombre. d) Por el parecido que hay en la redacción de Esd. 3:1 y Neh. 8:1.

Sin embargo, después de muchas discusiones, todavía persiste la opinión de que los documentos básicos para esta obra provienen de apuntes hechos por el mismo Nehemías, que fueron luego trabajados por historiadores o compiladores en fecha posterior. El libro pudo llegar a tener la forma que vemos hoy en la última mitad del siglo V a.C.

Circunstancias históricas. La historia se desarrolla bajo el reinado del persa •Artajerjes I, llamado el “Longímano” (465 al 425 a.C.). Hay cierta duda sobre quién fue primero a Jerusalén, sin Esdras o N. Lo cierto es que cuando éste va a Jerusalén hacía ya varias décadas del regreso encabezado por •Zorobabel. N. es nombrado gobernador. Va a Jerusalén, hace su obra y gobierna durante unos doce años. Luego regresa a Susa, donde queda por un tiempo indeterminado. Entonces regresa a su puesto en Jerusalén.

Malas noticias de Jerusalén. Unos viajeros que regresaron de Judea describen a N. el cuadro de desolación en que se encontraba la ciudad santa (“El remanente … están en gran mal y afrenta, y el muro de Jerusalén derribado…”). N. se entristece y ora al Señor, confesando sus pecados y los del pueblo. Siente el deseo de ir a Jerusalén y pide a Dios que le dé gracia delante del rey para ello (Neh. 1:1–11).

Dios mueve al rey. Artajerjes se dio cuenta de que su copero estaba triste y preguntó la causa. Tras escuchar la respuesta, el rey preguntó: “¿Qué cosa pides?” N. ora en ese instante y hace su petición de ser nombrado gobernador de Judea. Se le concede el nombramiento y los poderes. N. llega a Jerusalén y calla sus propósitos durante tres días. Inspecciona los daños en los muros. Luego reúne al pueblo y les comunica sus propósitos (Neh. 2:1–20).

Comienza la obra de restauración. El que da el ejemplo es “el sumo sacerdote Eliasib con sus hermanos los sacerdotes”. Cada familia se incorpora al trabajo. Las labores se distribuyen entre todos. Se da la lista de los restauradores indicando la sección de los muros en las cuales pusieron su esfuerzo (Neh. 3:1–32).0609177

Primera oposición. •Sanbalat, gobernador de Samaria, “se enojó y se enfureció en gran manera” cuando supo de los trabajos. Comienza una campaña de burla y desprestigio (“¿Qué hacen estos débiles judíos?… Lo que ellos edifican del muro de piedra, si subiere una zorra lo derribará”) (Neh. 4:1–6).

Segunda oposición. Cuando los enemigos de los judíos vieron que los trabajos avanzaban, deciden preparar un ataque sorpresivo (“… conspiraron todos a una para venir a atacar a Jerusalén y hacerle daño…. No sepan ni vean, hasta que entremos en medio de ellos y los matemos…”). Judíos que habitaban con los pueblos vecinos alertan a N., quien recurre a Dios en oración, con el pueblo, y organiza la defensa (“… con una mano trabajaban en la obra, y en la otra tenían la espada”) (Neh. 4:7–23).

División interna. Los judíos pobres claman porque están endeudados. N. reúne a “los nobles y a los oficiales”. Se comprueba que cobraban interés a sus hermanos. Ante la amonestación de N. se decide perdonar las deudas y devolver las heredades a sus dueños. N. hace constar que no había hecho uso de los derechos de gobernador para su sostenimiento, que hizo también su parte en la reconstrucción, y que no había adquirido propiedad alguna (Neh. 5:1–19).

Tercera oposición. Construido el muro y faltándole sólo las puertas, los adversarios invitan a N. a un terreno neutral (“… en algunas de las aldeas del campo de Ono”), con el propósito de hacerle mal allí. Su respuesta fue: “Yo hago una gran obra, y no puedo ir” (Neh. 6:1–4).

Cuarta oposición. Recurren entonces los adversarios a la difamación. Envían una carta abierta (“Se ha oído entre las naciones, y Gasmu lo dice, que tú y los judíos pensáis rebelaros…”). Acusan a N. de querer proclamarse rey. Éste responde: “No hay tal cosa como dices, sino que de tu corazón tú lo inventas” (Neh. 6:5–8).

Quinta oposición. Se usó entonces el arma del amedrentamiento. Un agente de los adversarios sugiere a N. que se esconda (“… y cerremos las puertas del templo, porque vienen para matarte; sí, esta noche vendrán a matarte”). La respuesta de Nehemías fue: “¿Un hombre como yo ha de huir? ¿Y quién, que fuera como yo, entraría al templo para salvarse la vida? No entraré” (Neh. 6:9–19).

Se termina el muro y se organiza a los porteros, cantores y levitas. Se ponen guardias. Se decide hacer un •censo, tomando en cuenta la lista genealógica de “los que vinieron con Zorobabel” (Neh. 7:1–73).

Lectura de la ley. Se convoca al pueblo y “el sacerdote Esdras trajo la ley delante de la congregación”. Como el pueblo ya no conocía bien el hebreo, un grupo de levitas ayuda a que todos entiendan la lectura. Al principio la gente se entristece, pero luego, animados por Esdras, todos se regocijan. Deciden celebrar la •fiesta de los tabernáculos (Neh. 8:1–16).

El pacto de N. Otra reunión se celebró en la cual los levitas oraron en alta voz, reconociendo al Dios de Israel y sus hechos en la historia. Hacen confesión de los pecados (“Nuestros reyes, nuestros príncipes, nuestros sacerdotes y nuestros padres no pusieron por obra tu ley”). Pero el pueblo decide que ahora van a reiterar lealtad a Dios (“A causa, pues, de todo esto, nosotros hacemos fiel promesa, y la escribimos, firmada por nuestros príncipes, por nuestros levitas y por nuestros sacerdotes”). Se ponen las firmas en el •Pacto de Nehemías (Neh. 9:1–38; 10:1–39).

Distribución de la población. Se echan suertes para determinar quiénes vivirán en la ciudad de Jerusalén y quiénes en otras ciudades de Judá. Se da la lista de los escogidos y los que voluntariamente “se ofrecieron para morar en Jerusalén” (Neh. 11:1–36), así como de los sacerdotes y levitas (Neh. 11:1–36; 12:1–26).

Festejo por la restauración. Se convoca a todos los levitas del país y se forman dos coros que toman parte en una procesión sobre el muro, encabezada por los príncipes de Judá. Se hacen sacrificios especiales y se recogen grandes contribuciones. Se confirma la ofrenda para el sostenimiento de los levitas y cantores (Neh. 12:1–47).

Viaje y regreso de Nehemías. N. vuelve a Susa y permanece allí. “Al cabo de algunos días” pide permiso y regresa a Jerusalén, y encuentra que el sumo sacerdote Eliasib había tomado medidas desordenadas en la casa de Dios. Se hace una limpieza en el •templo. Se restituye el servicio de los levitas que habían abandonado a Jerusalén porque no recibían sus porciones legales. N. reorganiza todo. Hace que se guarde el día de reposo. Resuelve el problema de los matrimonios mixtos que todavía se hacían entre los judíos (“Los limpié, pues, de todo extranjero, y puse a los sacerdotes y levitas por sus grupos, a cada uno en su servicio”). El libro termina con una oración que ha repetido varias veces: “Acuérdate de mí, Dios mío, para bien” (Neh. 13:1–31).[1]


[1] Alfonso Lockward, Nuevo Diccionario De La Biblia (Miami: Editorial Unilit, 1999), 745-46.

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