TEÍSMO

Concepto 1:

En un sentido amplio, el teísmo es sinónimo con la creencia en Dios, generalmente un Dios, como en el monoteísmo.* Este uso no lo distingue del deísmo* y el panteísmo,* ni mira más allá de la teoría filosófica a las religiones históricas. En un sentido más específico, entonces, el teísmo se refiere a la creencia en un Dios-creador personal, distinto del mundo (contra el panteísmo) mas constantemente activo en él (contra el deísmo), quien por lo tanto es digno de ser adorado. Como creador, el Dios del teísmo es tanto inteligente como poderoso. Como persona, es capaz de revelarse a sí mismo, un ser moral con preocupaciones justas y benevolentes a favor de sus criaturas. Como el único transcendente, es libre para actuar soberanamente en la creación.* En esta actividad inmanente, busca sus propios buenos propósitos para la historia en general y para las personas en particular.

En este sentido más específico, se pueden identificar tres religiones teístas principales: el Islam,* el judaísmo* y el cristianismo. Cada una afirma un Dios creador personal, autorrevelador, activo en la creación y digno de ser adorado. De estas tres, el cristianismo da la relación más plena de la participación de Dios en su creación, en términos de la encarnación y la obra redentora de eterno Hijo de Dios.
El teísmo como una posición filosófica puede remontarse hasta Platón* en el Occidente. Fue desarrollado cuidadosamente por pensadores mahometanos, judíos y cristianos, siendo prominentes entre los últimos Agustín,* Tomás de Aquino* y Duns Escoto.* En tiempos modernos, teólogos como Juan Calvino* y filósofos como Descartes* y Kant* dieron forma a la tradición. Proponentes actuales incluyen a Basil Mitchel (The Justification of Religious Belief [La justificación de la creencia religiosa], Oxford, 1981), Richard Swinburne (The Coherence of Theism [La coherencia del teísmo], Oxford, 1977) y Alvin Plantinga* (God, Freedom and Evil [Dios, la libertad y el mal], Grand Rapids, MI, 1978).

Fuente: A. F. Holmes, «TEISMO», en Nuevo diccionario de Teología, ed. Sinclair B. Ferguson, David F. Wright, y J. I. Packer, trad. Hiram Duffer (El Paso, TX: Casa Bautista de Publicaciones, 2005), 884–885.


Concepto 2:

El teísmo cristiano es la creencia en un Dios personal, creador y preservador de todo, quien es inmanente y trascendente. Los argumentos clásicos para probar la existencia de Dios (Aristóteles y Tomás de Aquino fueron los pioneros de estos argumentos) no tienen la misma fuerza persuasiva como en el pasado, porque la ciencia moderna, que trabaja con datos sensoriales verificables, ha capturado la mente del hombre tecnológico.

Se ve al teísmo en contraste con el deísmo; esta es la creencia que Dios está en un lugar distante, pero no aquí, y no está involucrado en el mundo que creó. El deísmo exagera la otridad de Dios (cualidad de ser otro, separado de este mundo) y niega la revelación (Dios que irrumpe en la historia humana).

De la misma manera, el deísmo se diferencia del panteísmo que exagera la inmanencia de Dios. El panteísmo cree que Dios no solamente está en su creación (en el sentido de un Dios que pone su sello creador sobre su creación), sino que él es la creación. El panteísmo priva a Dios de su personalidad objetiva.

El teísmo está en oposición directa al ateísmo (a, “no, sin”; θεος theós, “Dios”), que afirma que no hay Dios. En nuestro siglo, Bertrand Russell, matemático y filósofo británico, fue el líder intelectual del ateísmo.

También el teísmo cristiano difiere del politeísmo, que es la creencia en muchos dioses, como el hinduismo, la religión que tiene un sinnúmero de divinidades.

El teísmo también se opone al agnosticismo, que es la creencia que uno no puede realmente conocer si hay un Dios (agnosticismo: α, “no, sin”; γνωσις gnosis, “conocimiento”).

Actualmente los proponentes más serios y convincentes del teísmo, en virtud de su acercamiento a la mente moderna, ya no trabajan con los argumentos teístas históricos (como mencionamos anteriormente), sino con materiales inferenciales e imágenes contemporáneas. Esto lo vemos en los escritos de Francis Schaeffer, C. S. Lewis, Sheldon Vanauken y otros. Los escritos de estos autores son ampliamente leídos no solamente por su popularidad; en realidad sus trabajos se caracterizan por la profundidad de sus puntos de vista y por su conocimiento notable. Esa profundidad y ese conocimiento, lógicamente expresados, hacen de su literatura apologética un desafío y prueban que un vasto segmento de la humanidad moderna está seriamente preocupado por encontrar la verdad respecto a Dios. Uno no puede leer los libros de C. S. Lewis, Problem of Pain (El problema del dolor) o El cristianismo esencial, sin prestar cuidadosa atención.

Al examinar estos trabajos apologéticos, juntamente con la literatura testimonial y devocional que está saliendo de las casas editoras, uno comienza a entender el pensamiento del hombre contemporáneo. Lo sensorial y lo tecnológico, ya sea que lo entendamos en forma profunda o superficial, afecta la literatura cristiana. Actualmente el hombre occidental contemporáneo no pregunta: ¿Existe Dios?, generalmente lo asume, y pregunta: ¿Qué clase de Dios existe? ¿Cómo puede ayudarme a vivir una vida significativa y coherente?

El cristianismo enseña que Dios es Espíritu (Jn. 4:24) —consciente de sí mismo, libre, y no hecho de partes como lo material. Él es omnipresente —está en todo lugar; no cambia ni puede ser cambiado por otro; no es pasivo sino activo; es dinámico: puede crear y mover, hacer y lograr. Prácticamente esto significa que el Dios que está allí está también aquí; está en su mundo dispuesto para ayudar a sus hijos.

Fuente: Donald E. Demaray, «TEÍSMO», en Diccionario Teológico Beacon, ed. Richard S. Taylor et al., trad. Eduardo Aparicio, José Pacheco, y Christian Sarmiento (Lenexa, KS: Casa Nazarena de Publicaciones, 2009), 671.


Concepto 3 (diferencias)

A los conceptos de Dios del tipo judío-cristiano se les llama teísmo,* para distinguirlos del deísmo* y el panteísmo,* y monoteísmo,* para distinguirlos del politeísmo.* El deísmo, formulado por primera vez en el siglo XVII, conceptúa al cosmos como un sistema cerrado con su hacedor fuera de él, por lo que niega que Dios tenga control providencial directo sobre los acontecimientos y niega sus intervenciones creadoras milagrosas en la vida continua del orden físico del mundo. El panteísmo, que se remonta a la religión oriental precristiana, no reconoce una distinción entre creador y criatura, sino que ve todo, incluyendo el bien y el mal, como una forma o expresión directa de Dios; de manera que como dijo William Temple,* Dios menos el universo es igual a nada. (En contraste, para el teísmo, Dios menos el universo es igual a Dios.) El politeísmo, la forma constante del antiguo paganismo del Cercano Oriente y del mundo grecorromano que la Escritura denuncia, propone muchos seres sobrenaturales, cada uno limitado por el otro, ninguno de los cuales es omnicompetente, de manera que la adoración tiene que extenderse y la devoción dividirse entre todos, ya que no podemos saber de cuál podemos necesitar la ayuda próximamente. Así que la idea bíblica de Dios es disminuida por el deísmo, disuelta por el panteísmo y degradada por el politeísmo. La creación y el control del cosmos, y una disposición benéfica hacia las criaturas racionales dentro de él, son principios esenciales del teísmo en todas sus formas.

Fuente: J. I. Packer, «DIOS», en Nuevo diccionario de Teología, ed. Sinclair B. Ferguson y David F. Wright, trad. Hiram Duffer (El Paso, TX: Casa Bautista de Publicaciones, 2005), 284–285.

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