Es la ciencia de la interpretación, especialmente de las Escrituras. Esta rama de la teología trata con los principios de la exégesis bíblica, que consiste en la búsqueda y exposición del significado original de los textos bíblicos.
El vocablo se deriva de una palabra del NT, ερμηνευω (ermeneúo, “explicar”, “interpretar” o “traducir”), de la cual surge ερμηνεια (ermeneía, “interpretación”, “explicación”). La interpretación bíblica busca descubrir significados, no decidirlos. Sugerir significados ajenos a la intención original es εισηγησις (eiségesis, “introducir una interpretación propia”), en lugar de εξηγησις (exégesis, “extraer el significado”).
A continuación se sugieren algunos principios de hermenéutica:
- Reconocer que la Biblia es la palabra de Dios en forma totalmente única y autoritativa. Es divina y completamente inspirada. Y, aunque está sujeta a la comprensión gramatical e histórica, sus enseñanzas se deben estudiar con sumisión reverente.
- Prestar atención a la forma literaria. El género literario es un marco de referencia lógicamente anterior a las palabras mismas. La Biblia contiene varias formas literarias: poesía, sabiduría proverbial, historia, crónica, sermón, oráculo, parábola, alegoría, literatura apocalíptica y epístola. Estas deben interpretarse separadamente y de acuerdo a su propia naturaleza.
- Estar consciente de los hebraísmos en el AT y NT. Aunque el NT se escribió en griego, básicamente es un escrito hebraico, y sus formas de pensamiento son las características del AT.
Algunos ejemplos de hebraísmos son el uso de “aborrecer” como expresión de un grado menor de amor (Lc. 14:26), y las comparaciones en términos absolutos (Jn. 6:27, que no prohíbe trabajar para ganarse la vida; y 1 Ti. 5:23, que no prohíbe tomar agua).
Los coloquialismos deben entenderse como tales. Por ejemplo, “tres días y tres noches” (Mt. 12:40) no significa 72 horas sino un período de tiempo muy corto. Esto se comprueba porque los cuatro Evangelios declaran que la crucifixión y la sepultura de Jesús ocurrieron en la “preparación” (término griego para “viernes”, Mr. 15:42), y la resurrección en la mañana del primer día de la semana (domingo, Mr. 16:9); y el NT declara 16 veces que la resurrección se llevó a cabo en el tercer día.
Los escritores hebreos emplean con frecuencia lo que se llama “el presente profético” o “perfecto profético”. Es decir, los eventos futuros que se consideran ciertos se explican como si ya hubieran sucedido (en Is. 9:6, el nacimiento del Mesías, 700 años hacia lo futuro, se menciona como si ya hubiera sucedido; en Ro. 8:30 la glorificación futura se describe en tiempo presente). - Prestar atención especial a las palabras clave en cualquier pasaje bajo consideración. Las palabras individuales son la unidad fundamental de significado. El significado de palabras se determina de dos maneras: por las definiciones de un léxico o de un diccionario; y aún más significativo por el uso que se les da en un escrito. Por ello A. B. Davidson afirma que la concordancia es con frecuencia más importante que el léxico para determinar el significado de palabras.
- Las palabras clave deben relacionarse al contenido del pasaje como un todo en su contexto. La regla principal en exégesis es el “contexto”. Hay dos clases de contexto: el contexto literario es el párrafo, el capítulo, el libro, el testamento y en última instancia la Escritura en su totalidad. La parte debe interpretarse a la luz del todo.
El contexto histórico es lo que las palabras significarían para quienes las escribieron originalmente, tanto como nos sea posible descubrirlo. El significado literal (contrario a cualquier interpretación alegórica) es lo que significa la oración en sentido normal y usual en su contexto histórico. - Interpretar a la luz de la revelación progresiva. El exégeta debe tener especial cuidado de no interpretar el AT de acuerdo a las experiencias religiosas y la ética del NT. El lugar donde aparece una declaración en la Escritura determina su importancia teológica y, en cierta medida, su significado. “Santificar” no significa lo mismo en Josué 3:5 que en Juan 17:17. No puede interpretarse que Eclesiastés 3:19 anula el significado de 2 Corintios 5:1–8 y Filipenses 1:21–24, como el estado del alma del cristiano entre la muerte y la resurrección.
En la Escritura hay unidad, pero el centro de esa unidad es Cristo. La totalidad de la Escritura interpreta las partes de la Escritura, y ninguna parte debe interpretarse de tal manera que tergiverse el todo. Lo circular que aquí se implica se resuelve al aplicar a las generalizaciones una teología bíblica sana, que es la exégesis teológica de la Biblia.
W. T. Purkiser, «HERMENÉUTICA», ed. Richard S. Taylor et al., trans. Eduardo Aparicio, José Pacheco, y Christian Sarmiento, Diccionario Teológico Beacon (Lenexa, KS: Casa Nazarena de Publicaciones, 2009), 328–329.