GÉNEROS LITERARIOS EN LA BIBLIA (parte 1)

La narrativa es una forma dominante de la Biblia. Por sobre todas las cosas, la Biblia es una serie de eventos, con muchos pasajes intercalados que interpretan el significado de los eventos. Además, el personaje central de la historia de la Biblia es Dios, y la historia misma es lo que los eruditos bíblicos llaman «la historia de la salvación»—la historia de los hechos de la creación, la providencia, el juicio y la redención de Dios.

La forma en que operan las historias

Las historias constan de tres elementos básicos: el escenario, los personajes y la trama. Estos elementos juntos conducen a temas—percepciones de la vida que pueden ser descritas como proposiciones.

Los escenarios son físicos, temporales y culturales, y tienen dos funciones principales en las historias. Siempre son parte de la acción, proveyendo un sitio apropiado para las acciones de los personajes y permitiendo que la historia cobre vida en la imaginación del lector. A menudo un escenario también tiene importancia simbólica, llegando a ser parte del significado de una historia. Por ejemplo, en la historia de Lot, Sodoma es una monstruosidad moral al mismo tiempo que un lugar, y que Dios haya convertido a la ciudad en un páramo es en sí mismo el significado de la historia (el juicio de Dios contra el pecado).

Los personajes de las historias se nos presentan de maneras variadas: por lo que el narrador nos dice acerca de ellos, por las respuestas de otros personajes a ellos, por sus palabras y pensamientos, por lo que ellos dicen sobre sí mismos y sobre todo por sus acciones. Cualquiera que sea la forma en que se presentan, la meta del lector debería ser conocer a los personajes de una historia bíblica tan profundamente como le sea posible.

Es una premisa entendida de las narraciones que los personajes de una historia, en cierto sentido, son universales. Son representantes de la humanidad en general, y portan una carga de significado más grande que ellos mismos. Sobre las bases de lo que les ocurre a ellos, los lectores de la Biblia pueden sacar conclusiones acerca de la gente en general.

La trama, o acción, es la columna vertebral de la historia. Las historias se forman alrededor de una o más tramas de conflictos que pueden ser conflictos físicos, conflictos entre personas o conflictos de carácter moral/espiritual. La trama de un conflicto tiene un comienzo, un desarrollo discernible y una resolución final. Esta es la forma esencial e inevitable en la cual se estructuran las historias y de acuerdo a la cual deben ser analizadas.

En la progresión continua del conflicto o conflictos de la trama, el lector participa a través de la acción con un personaje central que se conoce con el nombre de protagonista. Colocados contra él o ella están los antagonistas. Las estrategias comunes de la narrativa son mostrar al protagonista en situaciones de prueba y situaciones que requieren una elección. Se conoce como ironía a la discrepancia entre lo que los lectores saben que es verdad y la ignorancia de parte de los personajes de una historia.

A medida que nos movemos de la historia al significado, la regla más simple de interpretación es que cada historia es, en algún sentido, una historia-ejemplo. Por lo tanto, necesitamos determinar qué es un ejemplo. También es una regla convencional de la literatura narrativa, que se da por sentada, que el mundo que crea un narrador al seleccionar detalles es un cuadro del mundo según lo entiende el escritor, y de lo que es bueno o malo en ese mundo. A la vez es importante estar conscientes de que la narración es efectivamente un arte: comunica mucho de su significado al lograr que un lector se sienta en forma positiva o negativa en cuanto a los personajes y los eventos.

Los rasgos generales de las historias que he destacado son los términos mínimos para analizar las historias de la Biblia. Pero la Biblia también contiene una gran cantidad de subtipos específicos de narrativa, cada uno con su propio juego de reglas convencionales.

La historia de los orígenes

La primera historia de la Biblia, Génesis 1–3, pertenece a un importante estilo de literatura antigua conocido como la historia de los orígenes. Es una historia en tres partes.

Génesis 1 es la historia de la creación bíblica. Tiene un solo personaje principal, Dios. La historia en sí misma es un catálogo de los hechos poderosos de Dios en la creación, y está repleta de elementos de repetición, equilibrio y progresión.

Génesis 2 estrecha el foco del universo a la vida humana en el huerto del Edén. El motivo que da unión es la provisión de Dios para la vida humana. Es una imagen de la intención de Dios de cómo se debería vivir la vida humana, en todos los tiempos y en todo lugar.

Génesis 3 relata el origen del mal en la experiencia humana y en el mundo. La historia combina varios tipos de narración comunes: la tentación, la caída de la inocencia, el crimen y su castigo y la iniciación (al mal y a sus consecuencias). También es prominente la psicología de la culpa.

Historias de héroes

La narrativa bíblica es casi sinónima con el género de «historias de héroes». Estas historias se construyen alrededor de la vida y las hazañas de un protagonista, o un héroe. Surgen de uno de los impulsos literarios más básicos—el deseo de personificar los valores y las luchas típicas de una sociedad en la vida de una figura ejemplar representativa. Los intereses principales en las historias de héroes son las cualidades del héroe y su destino.

Las historias de los héroes de la Biblia comienzan en el Génesis («el libro de los comienzos»). Noé es un héroe de justicia en una época de maldad. Es el agente de Dios para el rescate y el padre de un mundo nuevo (Génesis 6–9). Una de las historias más largas de héroes en la Biblia es la historia del patriarca Abraham (Génesis 12–25). Abraham es ambos, un héroe nacional y un héroe espiritual de fe en Dios. Su heroísmo nacional se ve en su búsqueda de un hijo y en sus papeles típicos (esposo, tío, padre, jefe de hogar y dueño de posesiones). Su heroísmo espiritual es evidente en su obediencia al llamado de Dios de dejar su tierra para convertirse en un peregrino, en su fe en la promesa de Dios de que le daría un hijo y en su disposición para sacrificar a su hijo Isaac.

Los otros héroes completan las imágenes de heroísmo en el libro del Génesis. Jacob no está muy idealizado en la historia dedicada a él (Génesis 25–35), pero su vida es heroica porque muestra cómo Dios puede trabajar con material que no promete mucho, transformando finalmente a una personalidad muy imperfecta. La historia de José (Génesis 37–50) es el primer ejemplo de un arquetipo bíblico significante conocido como el siervo sufriente. Los héroes que pertenecen a esta categoría experimentan sufrimientos inmerecidos, cuyo resultado obra para el bien de otras personas.

Historias posteriores del Antiguo Testamento continúan el patrón de vida o los hechos de un héroe. La historia de David es una de las más complejas de toda la literatura, tanto en sus papeles como en sus cualidades personales. Su historia como guerrero exitoso y rey es el paralelo más cercano de la Biblia a las historias antiguas de héroes fuera de la Biblia. Otra historia de heroísmo militar es la historia de Gedeón (Jueces 6–8). La historia de Daniel presenta a un héroe nacionalista, un héroe de integridad y habilidad política y un héroe religioso de fe inflexible en Dios. Las historias de Elías (1 Reyes 16–21; 2 Reyes 1–2) y Eliseo (2 Reyes 2–9) capturan otro tipo de personaje prominente en el Antiguo Testamento, el profeta de Dios.

Las historias que se desarrollan alrededor de las heroínas son pocas pero notables. El libro de Rut es una historia de amor que celebra el heroísmo doméstico y religioso de Rut. Otra obra maestra de la narrativa bíblica es la historia de Ester, que representa el valor de una heroína nacional y religiosa. La historia cuando los israelitas conquistaron el ejército de Sísara (Jueces 4–5) cuenta las hazañas heroicas de dos mujeres, Débora y Jael.

La incidencia de las historias de héroes continúa sin disminución en el Nuevo Testamento. Los Evangelios son historias, en gran escala, de héroes. Son un ejemplo claro de narrativa que se construye alrededor de la vida de un protagonista ejemplar cuyos hechos y palabras son atesorados y celebrados. Lo mismo puede decirse del libro del Apocalipsis, el que manifiesta desde el principio que será una revelación de Jesucristo en su conquista. Y el libro de Hechos es una pequeña antología de historias de héroes, principalmente acerca de Pedro y Pablo.

Este breve estudio de las historias de los héroes en la Biblia muestra cuán amplio es el alcance del impulso heroico en la Biblia y lo variado que es su ideal heroico.

La épica

La épica es una clasificación dentro de la clase de la narrativa heroica. Es una larga narrativa de destino nacional. La épica común incluye la lucha, la conquista, el dominio y el reino. Los escenarios sobrenaturales, los personajes y los eventos siempre han sido un distintivo de la épica. Los escritos épicos siempre se desarrollan alrededor de una proeza que lleva a cabo un héroe épico, la cual, por lo general, involucra una conquista militar.

La obra épica más obvia en la Biblia es la épica del Éxodo, que abarca las porciones narrativas de Éxodo, Números y Deuteronomio. Se construye alrededor de la proeza del Éxodo que va desde la esclavitud hasta la Tierra Prometida. Al igual que otras épicas, narra un momento decisivo en la historia nacional y es depósito claro de los ideales religiosos, morales y políticos de la sociedad que la produjo.

Las crónicas históricas del Antiguo Testamento son de estilo épico. Tienen una esfera de acción nacional y siguen los motivos épicos ya conocidos de la batalla, la conquista y el dominio. Sus héroes son figuras públicas, y la continua presencia de la idea del pacto les presta a estas historias la cualidad épica de destino nacional y racial que hace que sean más que simples historias de héroes.

El impulso épico también está presente en el Nuevo Testamento. Los Evangelios son tan amplios y trascendentales que tienen la atmósfera épica que cambia al mundo. El libro de Hechos, con su enfoque en los viajes y aventuras de Pablo, relata eventos notables e históricos de la expansión, sobre territorios geográficos amplios, de la iglesia primitiva. Y el libro del Apocalipsis es una versión espiritualizada de prácticamente cada tema épico y rasgo estilístico que pudiéramos nombrar.

La tragedia

La tragedia literaria es la exposición de calamidades excepcionales. Pinta un movimiento desde la prosperidad hacia la catástrofe. El foco de la tragedia se encuentra en un héroe trágico—una persona excelente de una posición alta en la sociedad, quien en un momento trágico en que debe hacer una elección despliega un defecto grande de carácter. (Aristóteles lo llama hamartia, la palabra que en el Nuevo Testamento se traduce «pecado».) La trama de la tragedia destaca el elemento de la elección humana. Esto significa que el héroe siempre es responsable de la caída, y en la tragedia bíblica, el héroe trágico también merece la catástrofe. El patrón trágico consiste de seis elementos que son notablemente constantes: el dilema, la elección, la catástrofe, el sufrimiento, la comprensión y la muerte.

La tragedia bíblica prototipo es la historia de la caída en Génesis 3. Adán y Eva enfrentan el dilema de obedecer o desobedecer lo que Dios les había prohibido. Cometen un error trágico, que lleva a las escenas de sufrimiento y comprensión.

La obra maestra de tragedia bíblica es la historia del rey Saúl (1 Samuel 8–31). La tragedia de Saúl es una tragedia de liderazgo débil. Su dilema consistía en su lealtad doble—obedecer a Dios o tomar el camino de la conveniencia momentánea para agradar al pueblo. La narrativa y el centro psicológico de la tragedia es la desobediencia de Saúl al mandamiento de Dios de destruir a los amalecitas (1 Samuel 15). A esto sigue la catástrofe, el sufrimiento, la comprensión y la muerte.

También hay otras tragedias bíblicas. La historia de Sansón (Jueces 13–16) encaja exactamente en el patrón trágico. La historia de David según se relata en 1 y 2 Samuel sigue el patrón trágico de prosperidad inicial seguida de catástrofe y sufrimiento. Además, siguiendo el modelo típico de la tragedia, la caída del héroe se localiza en un evento específico (el desastre de Betsabé-Urías). Otras narrativas breves en los libros históricos de la Biblia tienen un bosquejo trágico, y en algunas de las parábolas de Jesús también se describen elecciones incorrectas.

Aunque el espíritu de la tragedia satura la Biblia (no debe sorprender en un libro dedicado a pintar el mal y sus consecuencias), hay menos tragedias, que se puedan clasificar como tales, en la Biblia de lo que podríamos esperar. La Biblia es una antología de tragedias evitadas que se evitaron a través de la intervención del arrepentimiento humano y el perdón divino.

Los Evangelios

Los Evangelios del Nuevo Testamento son singulares, pero esta singularidad tiene más que ver con su contenido y la naturaleza de su protagonista que con sus formas literarias. En el nivel de forma narrativa, los Evangelios son una historia de héroe ampliada. En forma constante mantienen el enfoque en Jesús, y el propósito narrativo obvio es contar la historia de las enseñanzas y hechos de Jesús. El principio organizacional es vagamente (pero no estrictamente) cronológico, con prácticamente todo el espacio dedicado a los tres años del ministerio público de Jesús. Más de un cuarto de su contenido está dedicado al juicio, crucifixión y resurrección de Jesús. La trama de la historia no es de una sola acción, sino episódica.

El héroe mismo es responsable de parte de la singularidad de estas historias. Él hace afirmaciones acerca de sí mismo que no hacen los héroes convencionales—que tiene poder para perdonar pecados, que va a dar su vida para la salvación de sus seguidores, que resucitará de entre los muertos, que es la luz del mundo. De igual manera, sus poderosos hechos trascienden cualquier cosa que encontramos en otros lugares de la literatura.

Mientras que las formas literarias en los Evangelios no son únicas, la combinación de formas que concurren allí no tiene paralelo. Se le da igual espacio a lo que dijo el héroe que a lo que hizo. Dentro del marco general de la narrativa, encontramos ejemplos continuos de estilos tan comunes como la parábola, el drama o el diálogo, los sermones o los discursos, y los dichos o los proverbios. También abundan subtipos de narrativa: las historias de anunciación y nacimiento, historias de llamamientos o vocaciones, historias de reconocimiento, historias de testigos, historias de encuentros, historias de conflictos o controversias, historias de pronunciamiento (en las cuales un dicho de Jesús está ligado a un evento que concuerda con él), historias de milagros e historias de la pasión.

Las parábolas

Cuando la gente piensa en las narrativas bíblicas, las parábolas ocupan un lugar muy importante en sus mentes. Esas parábolas son breves historias imaginarias que presentan ideas fáciles de captar y, por lo general, tratan de algún aspecto del reino de Dios. Aunque a menudo una parábola presenta un solo tema principal, no es inusual que ideas adicionales sean parte del significado total.

Las parábolas son historias tradicionales que obedecen las antiguas reglas de contar historias populares. Los ingredientes de la narrativa incluyen el realismo sencillo, la simplicidad de la acción, el suspenso, los contrapuntos (destacados contrastes), la repetición (incluyendo la repetición triple), el estrés al final, los personajes universales y arquetipos. Muchas de las parábolas incluyen un elemento de irrealidad o exageración—una «grieta» en el realismo dominante que nos incita a explorar más allá de la simple superficie lo que comunican las historias.

Las parábolas son demasiado simples para tener significado sólo a nivel superficial. Su verdadero significado surge cuando las consideramos como alegorías—historias con un significado doble. Contrario a la enseñanza común de los eruditos, hay seis razones impecables para creer que las parábolas tenían la intención de ser alegorías o historias simbólicas. Una es la etimología de la palabra «parábola», que significa «arrojar al lado», con la inferencia de un significado doble. La misma simplicidad de la historia nos impulsa a ver un nivel de significado espiritual además de la superficie real. Muchos de los detalles en las parábolas tenían significados simbólicos tradicionales (Dios como el padre o el dueño de la viña, la semilla como la palabra de Dios, etcétera). Los elementos irreales en la parábola también señalan un significado más profundo. Además, el propósito religioso de las parábolas surge sólo cuando comenzamos a adjudicarle el segundo significado a los detalles—por ejemplo, cuando entendemos que la semilla que se siembra es el evangelio, y todos los tipos de suelo son las varias respuestas humanas. Finalmente, cuando Jesús interpretó dos de sus parábolas (Mateo 13:18–23, 36–43), le adjudicó un significado alegórico correspondiente a prácticamente cada detalle de las historias.

Un tratamiento completo de una parábola incluye, naturalmente, cuatro etapas de análisis. El proceso comienza al interactuar con las historias como historias literales, explorando los ingredientes de la narrativa, a saber, el escenario, el personaje y la trama. El segundo paso es identificar los significados alegóricos o simbólicos de los detalles que representan otra cosa. Basado en este análisis, es posible plantear los temas o las ideas implícitas en la parábola. El paso final es la aplicación—a la audiencia original y al lector moderno.

FUENTE: Philip Wesley Comfort y Rafael Alberto Serrano, El Origen de la Biblia (Carol Stream, IL: Tyndale House Publishers, Inc., 2008), 140–146.

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