COMENCEMOS
El ser humano tiene necesidades básicas que satisfacer, en ellos se encuentran el alimento, el agua, el vestido y un techo que lo abrigue. Sin ellas una persona no podría sobrevivir y en corto tiempo se extinguiría. La iglesia también tiene necesidades que satisfacer, aunque existe una básica que marcará el sendero por el cual transitará: “La mayor y más urgente de todas nuestras necesidades es la de un reavivamiento de la verdadera piedad en nuestro medio”.[1] Entonces la sobrevivencia de la iglesia está en satisfacer esa mayor y urgente necesidad.
INTRODUCCIÓN
Por otro lado, existe un enemigo de la iglesia que no quiere su bienestar y desarrollo. Una de sus estrategias milenarias es esconderse, imitar y confundir, como lo hizo en el jardín del Edén[2] donde se hizo pasar por algo que no era e introducir una verdad aparente. La Biblia registra muchos otros ejemplos en que Satanás imita a Dios para arruinar su obra, por eso lo encontramos haciendo publicidad de una mujer llena de inmundicias en contraposición de la mujer pura que representa la iglesia de Dios;[3] también presenta su marca, para desviar el deseo de adquirir la marca de Jesús en la mano y en la frente.[4] Entonces no es de extrañar que presente un falso reavivamiento, para detener el verdadero que traerá vida y éxito a la iglesia de Dios.
PROFUNDICEMOS EL ESTUDIO (preguntas y respuestas)
1. ¿Cuál es el origen del verdadero reavivamiento?
Para encontrar una respuesta certera tomaremos como texto base las palabras de un profeta, que no era parte de la jerarquía religiosa, no enseñaba en una prestigiosa escuela rabínica de Palestina, no tenía títulos ni diplomas académicos, no ocupaba cargos de importancia, no era un líder conocido, sin embargo una cosa si tenía: poder.
Leamos lo que dijo el profeta Juan el Bautista: “Yo los bautizo a ustedes con agua para que se arrepientan. Pero el que viene después de mí es más poderoso que yo, y ni siquiera merezco llevarle las sandalias. Él los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego” (Mateo 3:11 NVI).
Este pasaje hay que leerlo con mucho cuidado, porque Juan no dice que “él bautizará con el Espíritu Santo o con fuego”, es decir, no pone sobre el tapete dos opciones, más bien dice: “él los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego”. El significado de esa frase presenta la idea de un bautismo completo y total, LeRoy E. Froom lo explica así: “Esta última expresión constituye una frase explicativa que completa la idea. Es la forma bíblica de repetir a fin de reforzar un pensamiento. Debemos ser bautizados con fuego ahora a fin de ser salvados de la destrucción que más tarde se realizará mediante fuego consumidor” (La venida del Consolador, p. 258).
En el lenguaje bíblico, el fuego es un símbolo de la gloria espléndida, de la presencia y del poder de Dios. Esto quiere decir que el verdadero reavivamiento tiene relación directa con el fuego, es decir con la presencia trasformadora de Dios en la vida de un cristiano.
2. ¿Existen pruebas bíblicas del fuego como símbolo de la gloria espléndida, de la presencia y del poder de Dios?
Por supuesto que sí, quizá como una divina “coincidencia” el fuego es mencionada por primera vez en Génesis, cuando un ángel con una espada de fuego guarda las puertas del Edén (Gén. 3:24). Es obvio que este ser glorioso que está con la espada flamígera representa la presencia y el poder divino. Otro ejemplo podría ser la experiencia que pasó Moisés en el desierto de Madián mientras cuidaba sus ovejas, cuando encontró una fogata que ardía y no se consumía (Éxo. 3:2-4). Definitivamente la zarza ardiente simboliza la presencia de Dios.
Asimismo, existen otros incidentes en el Antiguo Testamento donde el fuego devela la presencia divina, repasemos algunas: Cuando Moisés se encontró con Dios en el Monte Sinaí, el libro de Éxodo registra lo siguiente: “A los ojos de los israelitas, la gloria del SEÑOR en la cumbre del monte parecía un fuego consumidor” (Éxo. 24:17 NVI). La experiencia de Israel que fue guiado por una columna de fuego, que era la presencia misma de Dios durante las noches frías del desierto. El fuego que envolvió el Sinaí y el fuego que cayó sobre el altar de Elías cuando el hombre de Dios desafió a los profetas de Baal.
En el Nuevo Testamento la idea es la misma, con el complemento que la presencia de Dios se manifiesta a través del Espíritu. Por ejemplo, en el Pentecostés El fuego y el Espíritu están unidos entre sí, allí el Espíritu Santo, simbolizado por lenguas de fuego, llenó los corazones de los discípulos.
3. ¿Cómo podemos diferenciar un reavivamiento verdadero de uno falso?
En la primera pregunta, afirmamos que el verdadero reavivamiento tiene relación directa con el fuego, es decir con la presencia trasformadora de Dios en la vida de un cristiano. Sin embargo esto se logra cuando somos bautizados “con el Espíritu Santo y con fuego”, como lo mencionó Juan el bautista. Entonces, si el bautismo significa inmersión, y al ser el fuego la presencia gloriosa de Dios, el bautismo de fuego es la inmersión en su presencia.
Por lo tanto, con el contexto anterior, ahora sí podemos afirmar que Juan el Bautista, está haciendo un llamado a los cristianos genuinos y auténticos. No es una convocatoria a algo superficial. No es un llamamiento para un cambio exterior sin nada interior. Este es un llamado para que el Espíritu Santo consuma toda la mundanalidad, rebeldía y falta de compromiso en nuestra vida, para darnos un cálido resplandor de una experiencia genuina con Dios. En esto radica el reavivamiento verdadero, en esta experiencia esta la respuesta a nuestra pregunta.
Al comentar sobre este bautismo de fuego, Elena de White hace esta observación de gran importancia: “En todos los que se sometan a su poder, el Espíritu de Dios consumirá el pecado. Pero si los hombres se aferran al pecado, llegan a 83 identificarse con él. Entonces la gloria de Dios, que destruye el pecado, debe destruirlos a ellos también… En el segundo advenimiento de Cristo, los impíos serán consumidos ‘con el espíritu de su boca,» y destruidos «con el resplandor de su venida.’ La luz de la gloria de Dios, que imparte vida a los justos, matará a los impíos” (El Deseado de todas la gentes, pp. 82,83).
La presencia personal de Cristo, por medio del espíritu Santo, es purificadora. El Espíritu Santo busca lo más profundo de nuestras almas, Él penetra en nuestros pensamientos, purifica nuestros corazones y da energía a nuestra vida espiritual.
CONCLUSIÓN
Por lo tanto, Dios no hace algo a través de nosotros sin antes hacer algo en nosotros. De nada vale hablar de los dones espirituales, del poder de lo alto, si solamente nos ocupamos por lo externo y no dejamos la transformación de lo interno. El verdadero reavivamiento comienza adentro de nuestro ser, el falso solo es apariencias.
[1] Elena de White, El verdadero reavivamiento, la mayor necesidad de la iglesia, p. 9
[2] Génesis 3
[3] Apocalipsis 17 y 21
[4] Apocalipsis 7 y 13