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¿QUÉ PASARÁ CUANDO JESÚS RETORNE?

Lo primero y lo más importante en el último día, será la aparición de Jesucristo en el cielo. Desde la ascensión de Jesús, la iglesia ha tenido esta promesa resonando en sus oídos: “Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como lo habéis visto ir al cielo” (Hechos 1:11). El mismo Jesús va a volver, verdadero Dios y verdadero hombre. Él va a volver visiblemente, para que todos lo vean.

La Biblia dice varias veces que el retorno personal y visible de Jesús va a tener lugar en el cielo o en las nubes. Jesús dice: “Entonces aparecerá la señal del Hijo del hombre en el cielo” (Mateo 24:30; vea Mateo 26:64; Apocalipsis 1:7). Ya en el Antiguo Testamento, Daniel dijo: “vi que con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre” (Daniel 7:13). Pablo escribió que “descenderá del cielo”. Después, los creyentes “seremos arrebatados… en las nubes para recibir al Señor en el aire” (1 Tesalonicenses 4:16, 17).

Jesús dice en un pasaje: “Entonces aparecerá la señal del Hijo del hombre en el cielo, y todas las tribus de la tierra harán lamentación” (Mateo 24:30). La Biblia no dice cómo va a ser esa “señal”. Quizás la gloriosa aparición misma sea la señal. Wilbert Gawrisch definió la “señal del Hijo del Hombre” como “la manifestación de su gloria, de modo que todos lo reconozcan de inmediato”.64

Sin lugar a duda, la Biblia declara que Jesús va a venir “con poder y gloria”. Jesús dice: “cuando vean al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria” (Mateo 24:30). Y luego dice: “Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria” (Mateo 25:31). Pablo escribió acerca de la “manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2:13).

La segunda venida de Jesús va a ser muy diferente de su primera venida. La primera venida de Cristo fue en debilidad y en humildad; vino como un bebé, envuelto en pañales y acostado en un pesebre (Lucas 2:7). Fue circuncidado y fue obediente a padres humanos (Lucas 2:21, 51). No había nada especial en su apariencia (Isaías 53:2). Por el contrario, la segunda venida de Cristo va a ser “con gran poder y gloria” (Marcos 13:26). Va a aparecer como es en realidad, como el todopoderoso gobernador del universo. En lugar de sentarse en una silla para bebé, “se sentará en su trono de gloria” (Mateo 25:31).

¿Qué significa que Jesús va a venir “con gloria?” Gloria significa “esplendor o magnificencia en un grado muy alto”. La gloria también implica brillo, o luminosidad, o luz deslumbrante. Entonces, Jesús va a venir con gran esplendor y luz deslumbrante. Cuando vemos un suntuoso espectáculo de fuegos artificiales, podemos pensar que es glorioso. Sin embargo, el espectáculo más elaborado de fuegos artificiales es insignificante y trivial, comparado con lo que vamos a ver cuando Jesús vuelva en el último día. Jesús va a volver “en su gloria, y en la del Padre y de los santos ángeles” (Lucas 9:26).

Ninguno de nosotros podría dibujar jamás una imagen precisa que muestre como se verá Jesús en su segunda venida. La Biblia no nos da una descripción fotográfica, y todo este tema está más allá de nuestra experiencia. Lo que podemos saber con toda seguridad es que va a ser el mismo Jesús que vivió sobre la tierra. Y su venida va a ser algo totalmente asombroso. Él va a venir en poder y gran gloria.

Además, podemos tener la seguridad de que todas las personas van a ver a Jesús cuando regrese; va a ser igualmente visible para todos. Jesús dice: “Entonces aparecerá la señal del Hijo del hombre en el cielo, y todas las tribus de la tierra harán lamentación cuando vean al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria” (Mateo 24:30). El apóstol Juan escribió: “He aquí que viene con las nubes: Todo ojo lo verá, y los que lo traspasaron; y todos los linajes de la tierra se lamentarán por causa de él” (Apocalipsis 1:7). A sus enemigos, Jesús les dijo: “Y veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del poder de Dios y viniendo en las nubes del cielo” (Marcos 14:62). Todas las naciones y todo ojo van a ver al Hijo del Hombre, hasta los que fueron sus enemigos. No podemos explicar la física de este evento, porque nuestra experiencia y nuestro pensamiento sobre la tierra están limitados por el espacio y por el tiempo. Pero, el espacio y el tiempo, quizás no se apliquen de la misma manera, cuando la historia de esta creación llegue a su fin. Sencillamente confiamos en que el Señor que creó todas las cosas puede hacer y hará ese gran milagro.

Eso implica que la venida de Jesús va a ser repentina; no va a ocurrir durante días o semanas. La Biblia se refiere muchas veces al “día” del Señor, o al “día” del juicio. Apocalipsis 18 dice que el juicio va a venir sobre Babilonia “en un solo día” (versículo 8) y “en una sola hora” (versículos 10, 17, 19). Jesús dice que “en aquella noche estarán dos en una cama: el uno será tomado y el otro será dejado. Dos mujeres estarán moliendo juntas: la una será tomada y la otra dejada” (Lucas 17:34, 35). El final va a venir de manera inesperada y súbita para todos. Europa no va a tener tiempo para enviarle una nota instantánea a América sobre las noticias.

En una clara ilustración, Jesús dice que su segunda venida va a ser como un relámpago. “como el relámpago que al fulgurar resplandece desde un extremo del cielo hasta el otro, así también será el Hijo del hombre en su día” (Lucas 17:24). ¿Cuál es el punto de esta comparación? Así como el relámpago viene de repente y es visto por todos, también Cristo va a venir de repente y va a ser visto por todos. Tengo un amigo que estaba en una casa en la Florida, que fue golpeada por un rayo. Él no tuvo tiempo para advertirles a su esposa y a sus hijos, que el rayo se acercaba, pero todos lo supieron cuando llegó. Lo mismo va a ocurrir con Jesús.

Una vez escuché una broma que circulaba en la Península Superior de Michigan. Un estudiante de Michigan Tech dijo: “Cuando venga el día del juicio, me gustaría estar en la Península Superior”. El interlocutor le preguntó “¿Por qué?”; el estudiante le respondió: “Porque aquí todo ocurre 20 años después que en el resto del mundo civilizado”. Nos podemos reír por la comicidad de esta broma, pero todos sabemos que cuando venga Jesús, todo el mundo lo va a ver al mismo tiempo. A ninguna parte del mundo se le va a dar una hora adicional para arrepentirse, y mucho menos 20 años adicionales.

Veamos ahora las cosas que van a acompañar a Jesús en su regreso. Ante todo, los ángeles van a acompañar a Jesús. El patriarca Enoc lo profetizó desde antes del diluvio: “Vino el Señor con sus santas decenas de millares, para hacer juicio contra todos” (Judas 14, 15). En el Nuevo Testamento se repite muchas veces que Jesús va a venir “con los santos ángeles” (Marcos 8:38) o “con todos sus santos” (1 Tesalonicenses 3:13), o “los ángeles de su poder” (2 Tesalonicenses 1:7).

El día del juicio, los ángeles van a tener un trabajo que hacer para Jesús. Jesús dice: “Así será al fin del mundo: saldrán los ángeles y apartarán a los malos de entre los justos, y los echarán en el horno de fuego” (Mateo 13:49, 50). Los ángeles van a ser los agentes de Dios en el juicio final. Jesús compara a los ángeles con “segadores” que van a arrancar y a destruir toda la “cizaña” sobre la tierra (Mateo 13:39, 41). El trabajo más importante de los ángeles será ir de un extremo al otro de la tierra para reunir a los creyentes en el cielo. Jesús dice: “Enviará sus ángeles con gran voz de trompeta y juntarán a sus escogidos de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro” (Mateo 24:31).

Este último pasaje de Mateo indica otro rasgo que va a acompañar el regreso de Cristo: trompetas y ruido. Va a ser un día de muy alta sonoridad. Pablo dijo que el día en que los creyentes sean arrebatados en el aire, Jesús va a descender del cielo “con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios” (1 Tesalonicenses 4:16). La venida de Cristo no va a ser en secreto ni en silencio. Pablo dijo: “todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta, porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles y nosotros seremos transformados” (1 Corintios 15:51, 52).

¿Cómo se siente usted con muy fuertes ruidos y estruendosos? Pueden llegar a ser enervantes. Un día, yo estaba caminando directamente por debajo de una sirena de la defensa civil cuando la sirena se disparó. ¡No sé hasta que altura salté! Tuve un sobresalto. ¿Ha estado usted alguna vez dentro de un edificio cuando sonó la alarma de incendio? En el edificio donde yo trabajo, ese sonido lastima los oídos y hace que sea imposible pensar o trabajar. Ahora imagine un día en el que se pongan a sonar todos los registros del órgano del cielo. Va a haber gritos de los ángeles y sonoros trompetazos; va a haber sonidos tumultuosos que nadie ha escuchado nunca antes. El ruido va a ayudar a comunicarles a todos que ha llegado el gran día del Señor. Pero no será necesario que los creyentes se sobresalten con esos fuertes ruidos, porque ellos anuncian la venida de nuestro Salvador.

Ahora llegamos a los eventos verdaderamente aterradores. Jesús dice: “inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas” (Mateo 24:29). Jesús describe un cataclismo cósmico. El universo va a ser literalmente deshecho.

Algunos maestros bíblicos dicen que esas palabras no se refieren literalmente a un colapso de los cuerpos celestes el día del juicio. Algunos dicen que esos eventos ya ocurrieron de manera figurada cuando los romanos destruyeron a Jerusalén en el año 70. Ese fue un día tan calamitoso como si se hubieran oscurecido el sol y la luna. Otros dicen que estas palabras se refieren a eclipses, cometas, y otros fenómenos del mismo tipo, que han estado ocurriendo durante toda la era del Nuevo Testamento.
Sin embargo, hay buenas razones para tomar de manera literal estas palabras con referencia al día del juicio. En primer lugar, note las referencias temporales en el pasaje; dice que el sol se va a oscurecer “Inmediatamente después de la tribulación de aquellos días”. El oscurecimiento del sol no ocurre durante la era del Nuevo Testamento, sino después del último periodo horrible de angustia. El siguiente versículo continúa diciendo: “Entonces aparecerá la señal del Hijo del hombre en el cielo” (Mateo 24:30). El oscurecimiento del sol va a ocurrir inmediatamente antes de la venida de Jesús.

En segundo lugar, no hay en el contexto de este versículo nada que indique que eso vaya a ocurrir de manera figurada. El contexto es una descripción literal de los eventos del día el fin. El versículo continúa diciendo, de manera literal: “cuando vean al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria” (versículo 30).

Además, otros pasajes del Nuevo Testamento dicen de manera explícita que los cielos van a ser destruidos el día del juicio. Pedro escribió: “el día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos” (2 Pedro 3:12). El escritor a los Hebreos escribió: “ahora ha prometido diciendo: «Una vez más conmoveré no solamente la tierra, sino también el cielo». Y esta frase: «Una vez más», indica la remoción de las cosas movibles, como cosas hechas, para que queden las inconmovibles” (Hebreos 12:26, 27). Los cielos van a ser “conmovidos” y “removidos”.

Finalmente, la visión de Juan en el Apocalipsis da a entender que el sol y la luna, no van a ser necesarios en el cielo, porque Dios mismo nos dará la luz allá. Juan dijo respecto de la ciudad celestial: “La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella, porque la gloria de Dios la ilumina” (Apocalipsis 21:23). Más adelante, añade: “Allí no habrá más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará” (Apocalipsis 22:5). Los cuerpos celestes son creaciones maravillosas de Dios para esta era y este universo, pero no son eternos. Escuche el Salmo 102:

  Desde el principio tú fundaste la tierra,
  y los cielos son obra de tus manos.
  Ellos perecerán, mas tú permanecerás;
  y todos ellos como una vestidura se envejecerán,
  como un vestido los mudarás y serán mudados;
(versículos 25, 26)

Las predicciones de un cataclismo cósmico son en realidad bastante comunes en el Antiguo Testamento. Isaías predijo: “Todo el ejército de los cielos se disolverá, y se enrollarán los cielos como un libro; y caerá todo su ejército como se cae la hoja de la parra, como se cae la de la higuera” (Isaías 34:4). Joel profetizó: “Cercano está el día de Jehová en el valle de la Decisión. El sol y la luna se oscurecerán, y las estrellas perderán su resplandor. Jehová rugirá desde Sión, dará su voz desde Jerusalén y temblarán los cielos y la tierra” (Joel 3:14–16). Algunas profecías como esta fueron figuradamente cumplidas en los grandes días de derrota y desastre en la época del Antiguo Testamento (vea Ezequiel 32:7, 8; Isaías 13:10). Pero estos pasajes son citados con frecuencia en el Nuevo Testamento, en relación con el día del juicio. Su completo y final cumplimiento va a ser una conmoción literal de los cuerpos celestes, el último día.

La profecía más famosa de este tipo en el Antiguo Testamento es de Joel; Pedro la citó el día de Pentecostés: “Y daré prodigios arriba en el cielo y señales abajo en la tierra, sangre, fuego, y vapor de humo; el sol se convertirá en tinieblas y la luna en sangre, antes que venga el día del Señor, grande y glorioso” (Hechos 2:19, 20; vea Joel 2:30, 31). De nuevo, habrá prodigios en el cielo, y el sol se convertirá en tinieblas. La luna, en su oscuridad, se verá roja. Cuando Joel dice que todo esto va a ocurrir antes de que venga “el día del Señor”, yo entiendo que todo eso va a ocurrir muy poco antes del momento mismo del regreso de Cristo. Otros pasajes dicen que todo eso estará muy estrechamente relacionado con el regreso de Cristo.

Con base en estos pasajes, los maestros bíblicos tradicionalmente han enseñado que en el último día va a haber un cataclismo cósmico en conexión con el regreso del Señor. Cuando nos referimos a esto, no podemos decir más de lo que dice Jesús en sus propias palabras. El sol y la luna, se van a oscurecer; van a caer las estrellas; los cielos van a ser conmovidos. La imaginación queda perpleja cuando se piensa en esto, y es una insensatez especular sobre la manera que todo esto va a suceder.

Pero, gracias a la Palabra de Dios, podemos estar preparados si esto ocurre durante nuestra vida. En este momento, estamos acostumbrados a la maravillosa regularidad de los cuerpos celestes; podemos predecir la salida y la puesta del sol, hasta el momento preciso. Podemos saber cuándo la luna va a ser plena y cuándo va a ser como un hilo de plata en el cielo. Las constelaciones como las Pléyades y Orión aparecen exactamente en el momento cuando lo esperamos. Nuestros días transcurren de una manera establecida, pacífica y predecible. Pero en el futuro cercano va a venir un día cuando todo esto cambiará por completo; el caos se apoderará de los cielos. ¡Eso va a ser muy terrible para todos los que no sepan lo que está sucediendo! Pero a nosotros no nos va a sorprender; eso es lo que va a ocurrir cuando regrese nuestro Señor Jesús.

Cuando Cristo regrese, no solo habrá “prodigios arriba en el cielo”, también va a haber “señales abajo en la tierra” (Hechos 2:19; vea Joel 2:30), que culminarán en la destrucción de este mundo que conocemos. La tierra será “conmovida” junto con los cielos. Dios ha anunciado: “Una vez más conmoveré no solamente la tierra, sino también el cielo” (Hebreos 12:26).

Es muy probable que los calamitosos eventos el último día incluyan la conmoción literal de la tierra. Jesús dice: “en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas” (Lucas 21:25). Isaías, en su lenguaje de figuras pintorescas, dijo que, en el día del juicio, la tierra se va a tambalear “como un ebrio”, y va a ser removida “como una choza” (Isaías 24:20). Muchos otros pasajes del Antiguo Testamento dicen que la tierra se va a “estremecer” o a “temblar” (Joel 2:10; 3:16). Si alguna vez usted ha sentido un temblor de tierra, sabe que es muy desestabilizador. Confiamos en que la tierra es firme e inamovible; imagine el horror y la destrucción que habrá en el último día, con la tierra meciéndose como un trampolín!

Según lo que dice Joel, las “señales en la tierra” van a incluir “sangre, fuego y vapor de humo” (Hechos 2:19; vea Joel 2:30). Repetimos, es difícil decir más que las simples palabras. ¿Implica esto volcanes? En Agosto de 1883, la isla de Krakatoa casi fue volada en pedazos por una erupción volcánica sin precedentes. La detonación se escuchó a más de 4,500 km de distancia, y el polvo volcánico permaneció en el aire por más de un año. Sin ninguna duda, la tierra puede causar estragos tremendos cuando se rompe. Quizás, catástrofes como esta sean lugar común en el último día.

Ciertamente, la Biblia asocia el fuego con el último día (1 Corintios 3:13). Pablo escribió: “cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego” (2 Tesalonicenses 1:7). Pedro escribió: “Pero los cielos y la tierra que existen ahora están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos” (2 Pedro 3:7). Y continuó: “Entonces los cielos pasarán con gran estruendo, los elementos ardiendo serán deshechos y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas” (versículo 10). De alguna manera, el mundo presente va a llegar a su fin con fuego.

Fuente: Thomas P. Nass, Tiempos finales: Jesús viene pronto, ed. Curtis A. Jahn, Enseñanzas de la Biblia Popular (Milwaukee, WI: Editorial Northwestern, 2011), 109–119.

64 Wilbert R. Gawrisch, “Eschatological Prophecies and Current Misinterpretations, Lecture II,” Wisconsin Lutheran Quarterly, Vol. 84, No. 3 (Summer 1987), p. 207.

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