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VELAD Y ORAD (Parte 2)

El jueves 8 de mayo, alrededor de las 18:07 horas, mientras redactaba este artículo, más de 40,000 personas congregadas en la explanada central del Vaticano, junto con millones de espectadores alrededor del mundo conectados virtualmente, fueron testigos del repique de las campanas de San Pedro y de la emblemática fumata blanca que anunciaba al mundo la elección del nuevo Papa, el número 267 en la historia de la Iglesia Católica. La decisión de los cardenales se concretó durante la votación vespertina del cónclave.

El humo blanco provocó que numerosas personas se precipitaran hacia la explanada de San Pedro para presenciar la coronación, mientras otros dirigían su atención a sus dispositivos electrónicos con el fin de escuchar el primer mensaje del nuevo Pontífice desde el balcón central de la plaza. Finalmente, a las 19:13 horas (hora local), el cardenal protodiácono Dominique Mamberti pronunció la tradicional fórmula: “Annuntio vobis gaudium magnum: habemus Papam…”, anunciando así al nuevo líder de la Iglesia Católica: el Papa León XIV.

El elegido, el cardenal Robert Prevost Martínez, se convierte en el primer pontífice de origen estadounidense. Tiene 69 años, pertenece a la orden de San Agustín, y ha desarrollado gran parte de su labor pastoral fuera de Estados Unidos. Posee también la nacionalidad peruana, adquirida durante su prolongado ministerio misionero en ese país, donde llegó a ser arzobispo emérito de Chiclayo.

Para el estudioso de la Biblia y seguidor de Jesucristo, la elección de un nuevo Papa no constituye un evento meramente litúrgico o administrativo dentro del catolicismo, sino que posee implicancias de amplio alcance, tanto históricas como espirituales. Desde la perspectiva protestante —corriente que surgió como respuesta crítica a ciertas doctrinas y prácticas del papado durante el siglo XVI— estos acontecimientos continúan siendo objeto de observación e interpretación a la luz de la historia de la Iglesia y de las Escrituras.

A lo largo de los siglos, el papado ha desempeñado un rol que trasciende el ámbito estrictamente religioso, ejerciendo una influencia significativa en los planos político, social y cultural de Europa, también del mundo occidental. Numerosos movimientos reformadores han cuestionado no solo su autoridad doctrinal, sino también su rol como mediador entre Dios y los fieles, en contraposición al principio reformado de solus Christus.[1] Figuras como Martín Lutero, Juan Calvino y otros reformadores vieron en la institución papal una representación del alejamiento del cristianismo primitivo…



[1] «Solus Christus» (o «Sólo Cristo») es una de las cinco «solas» (o «solas»), que son las máximas que resumen la teología de la Reforma Protestante. Significa que Jesucristo es la única fuente de salvación y que no hay otra manera de llegar a Dios que a través de Él. 


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