Existe un pasaje en la Biblia que resulta inquietante y quizá hasta perturbador: «Por tanto, sean perfectos, así como su Padre celestial es perfecto» (Mateo 5:48).[1] En cierta ocasión un sincero creyente me dijo: «Lo veo como un objetivo muy alto muy difícil de alcanzar». Otras reflexiones honestas que surgen al leer ese versículo son: «¿Podré alcanzar la perfección de Dios?» «¿Será que puedo llegar a ser perfecto?».
La buena noticia es que, una cuidadosa observación del contexto de ese versículo y un acertado análisis de la palabra original que se traduce como «perfecto», puede develarnos una verdad esperanzadora y concluir que un cristiano puede alcanzar la perfección…
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