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LA IRA DE DIOS

Un estudio de Romanos 1:18; 2:5, 8; 5:9

Entramos ahora en uno de los temas escabrosos de la Biblia, sobre todo por la tendencia moderna de señalar como oscurantista todo mensaje en el cual se presente a Dios como ejecutor de juicio sobre los seres humanos. La filosofía antibíblica predominante en la época es la proclamación de las libertades para usar la vida sin temor a reproches de nadie y mucho menos de una deidad que es amor, incapaz de condenar a las personas por usar las facultades de las cuales él mismo las dotó.La teología paulina, según Romanos, presenta como parte integral del evangelio el justo juicio de Dios contra los pecadores que persisten en la maldad, sin considerar el orden moral y espiritual. El apóstol jamás evadió el tema de la ira divina contra la injusticia. Nunca se contraponen en la naturaleza de Dios su amor y su justicia. Romanos 2:16.

1. Conceptos erróneos sobre la ira de Dios
Como son tan variadas las religiones se encontrarán multitud de concepciones sobre la actitud del Señor respecto del pecado y las acciones de los seres humanos. Aparecen en las corrientes de filosofía y teología conceptos tan diversos.
Aquellos creen que Dios creó al hombre al principio y le entregó el mundo para que lo gobernara, dejándolo en libertad de elegir la forma de gobierno, sin ninguna intervención de la divinidad.

Otros enseñan acerca de un ser supremo dejando sus leyes de bien y de mal en la naturaleza y deja que ella misma produzca resultados de acuerdo a las acciones de los individuos. Así al que obra bien, bien le va; pero a quien hace lo malo le resulta contraproducente. Según esta filosofía, Dios no realiza juicios personales a nadie. Todo se paga en esta vida y no hay razón para esperar un juicio después de muertos.

Existen quienes creen en una esperanza de que finalmente Dios compadecerá de todos y por amor dispensará perdón sin importar cuanta maldad se haya practicado en la tierra. Se preconiza la misericordia del Señor al grado de invalidar aquí su justicia.

Y no faltan quienes gustan de presentar a una deidad que nunca se enoja, ni castiga. Señalan como incompatible la ira con el carácter de un Señor clemente y lleno de gracia.
En este siglo hay teorías para escoger. No obstante, la Biblia será norma confiable de fe, en la cual encontraremos una guía segura para seguir el camino a la bienaventuranza. Y, en efecto, la doctrina de la ira de Dios es presentada por Pablo como una realidad seria e ineludible. En ningún modo son la ira y el amor divinos elementos de contradicción en su ser. No es el bíblico un ser supremo sentimentaloide que se dejará llevar al fin por una sensación de lástima a causa del sufrimiento de los impíos, y al final suspenderá todo juicio para compartir su amor con justos y pecadores. La Escritura no deja lugar a dudas: la proclamación del evangelio debe incluir la advertencia de la ira y el juicio en aquel día en el cual los secretos de los seres humanos serán juzgados de acuerdo a la omnisciencia de Jehová. Romanos 2:16.

2. Concepto bíblico sobre la ira de Dios
El término griego òrgè, traducido al castellano como ira, expresa el desagrado y profundo disgusto de una persona ofendida gravemente. En relación con Dios, señala su indignación contra el pecado de la humanidad, por constituir una ofensa a su justicia y santidad. A la vez, indica su antagonismo a los factores contrarios y su disposición a castigar la iniquidad con todo el rigor.

2.1. La ira y los justos juicios de Dios
Mucho se tergiversa la doctrina de la ira divina cuando se equipara con la humana. Las personas comúnmente son arrebatadas por el enojo desmedido, y desmedida es también la reacción ante los agravios. El airado sufre una mutación de actitud y carácter a causa de esta pasión. En cambio no se puede adjudicar a Dios una mudanza o variación a causa de un deseo de venganza contra sus adversarios. Más bien se antepone la justicia en cada castigo ejecutado. De hecho, cuando se observan en las páginas de la Biblia juicios enormes, la razón es que los prevaricadores llegan al colmo de la paciencia del Señor. Romanos 3:5, 6.
Tampoco existe relación entre la aplicación de los juicios de Dios sobre la humanidad y la furia desenfrenada y absurda que los paganos atribuyen a sus dioses. En la doctrina bíblica y paulina el concepto de ira divina se presenta siempre en relación directa con el de justicia. Romanos 2:5; 3:5, 6.

2.2. La ira como realidad presente y escatológica
Declara el libro de Romanos que la ira de Dios tiene manifestaciones históricas y actuales, así como también maneja un aspecto escatológico.
El simple hecho de observar la historia permitirá observar como el sufrimiento y la miseria siguen al mal. El pecado no tiene disculpa. El infractor es culpable ante Dios. El Creador ha colocado leyes y ha establecido un orden moral en el mundo, de modo que quienes lo quebrantan no queden impunes. Hay sentencia de muerte y juicio para los inicuos. Romanos 6:23 a.

Ahí está, el diluvio, Sodoma y Gomorra, las plagas en Egipto y la sequía en tiempos de Acab, como botones que muestran la realidad histórica de la manifestación de ira divina. Romanos 1:18–32 testifica la realidad actual de la indignación del Señor contra la depravada humanidad. Varios teólogos y comentaristas bíblicos afirman que la frase la ira de Dios se revela desde el cielo (1:18), significa lo evidente del juicio divino a los ojos de todos. Según esta interpretación, es fácil darse cuenta de que a Dios le desagrada en gran manera el hecho de ver a los seres humanos convertidos en estorbos para la verdad.

La lectura del texto nos indica un abandono divino a la humanidad como resultado de su ira contra la iniquidad. Cuando los individuos o los pueblos se obsesionan por lo perverso se convierten en repugnantes para la santidad de Dios y son entregados a la inmundicia, a las pasiones vergonzosas y a una mente reprobada. Romanos 1:24, 26, 28. Dejar a quienes practican la impiedad a merced de la fuerza corruptora y destructiva del pecado es una decisión de un juez justo airado contra los hombres y mujeres que se aferran a la maldad. Un mundo atestado de impureza sexual, idolatría e inmoralidad, con enfermedades venéreas y malignas, violencia y muerte, sin duda nos habla de un ser supremo cuya justicia no resiste la rebelión y castiga con severidad el mal.

En su nivel escatológico la ira de Dios se relaciona con el juicio final que enfrentará todo ser humano después de la muerte. En un tiempo señalado por el Juez expresamente, se hará comparecer a cada uno según sus obras mientras estaba en el mundo. Se utilizan los términos la ira venidera y el día de la ira, para presentar la realidad de un acontecimiento futuro en el cual se dictará sentencia y ejecución a cada uno, sin excepción. Romanos 2:5; 5:9. Se ve por qué Pablo insiste en la necesidad de arrepentimiento para salvación; de lo contrario, se amontona ira sobre ira a causa de la dureza del corazón persistente en pecar.

Ira, enojo, tribulación y angustia se reserva para los desobedientes y contenciosos, quienes por rechazar abiertamente a Dios y su gracia, no se sujetan a su verdad, pero sí se disponen a obedecer a la injusticia. Irremisiblemente caerá la desgracia sobre los que practican y promueven la maldad. Romanos 2:6, 8, 9.

3. Salvación de la ira en Cristo

Es innegable, la humanidad es enemiga de Dios por causa del pecado. Pesa un destino de condenación sobre los injustos. Pero en este dilema humano el amor divino interviene en un acto de gracia indescriptible para rescatar al mundo. La obra de Cristo hace posible el ejercicio de la misericordia, sin por ello violar las exigencias de la justicia. El valor infinito del sacrificio del Hijo da satisfacción plena a la justicia y paga con creces el castigo que debería recaer sobre los pecadores. Romanos 3:24, 25.

En el calvario, se deja en claro que Dios no excusa la impiedad, sino la juzga severamente. De ahí que resulta imposible encontrar propiciación y justificación aparte de Cristo. Romanos 3:25, 26. Pero es también en la misma muerte del Señor, cuando todos estaban bajo juicio de pecado, que el Padre se muestra totalmente dispuesto a amar a la humanidad. Abrió el omnipotente el acceso a través de la sangre propiciatoria del Hijo, a fin de reconciliar consigo a la humanidad, y eliminar todo juicio de ira, y conducirle a una relación de gracia y paz. Romanos 5:1, 2, 8–12.

Síntesis

Dada la realidad de la ira de Dios y los juicios resultantes de la misma, el mensaje evangélico no ha de evadir el tema. Se debe advertir al mundo del grave peligro que corre si permanece en rebeldía contra Jehová. Es necesario concienciar sobre la justicia divina que no detendrá el castigo ante los culpables.

Con todo, la predicación del evangelio ha de realzar la gracia de Dios en Cristo para salvación de la ira actual y venidera. La ausencia de toda condenación pertenece a quienes están posicionados en Jesús. Después de todo, la Iglesia es conformada por creyentes que   p 52  han pasado de muerte a vida, de condenación a salvación, de ira a justificación. El mensaje que debe predominar es: Hay salvación de la ira en Jesucristo.

FUENTE:

José M. Saucedo Valenciano, Comentario Expositivo de Romanos (Mexico, 2007), 47-51.

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