Todo científico, incluyendo a los agnósticos y los ateos, creen en Dios. Es necesario para hacer su trabajo. Esta afirmación podría parecer estrafalaria. ¿Cómo podemos decir que los ateos “creen en Dios”? Pero las personas muchas veces muestran en sus acciones creencias que niegan con sus palabras. Por ejemplo, Bakht, un filósofo hindú, dirá que el mundo es una ilusión. Pero él no cruza la calle justo frente a un ómnibus. Susana, una relativista radical, dirá que no hay verdad absoluta. Pero ella viaja tranquilamente a los 30,000 pies de altura en un avión cuyo vuelo seguro depende de las verdades inmutables de la aerodinámica y la mecánica estructural.1
Pero, ¿qué pasa con los científicos? ¿Ellos tienen que creer en Dios? La cultura popular americana a menudo nos dice lo contrario, es decir que la “ciencia” es opuesta a las creencias Cristianas y bíblicas. A menudo se oye repetir la vieja historia del conflicto con Galileo, y del juicio con Scopes en Estados Unidos sobre la evolución, al punto que estos eventos han adquirido un status casi mítico. Y la pugna entre la ciencia y la religión recibe refuerzos por medio de una promoción vociferante de la evolución materialista.
Los historiadores de la ciencia señalan que la ciencia moderna surgió en el contexto de una cosmovisión Cristiana, y fue nutrida por la misma.2 Pero si esto fue cierto en el pasado, la ciencia del siglo veinte parece poder sostenerse sin la ayuda de ningún fundamento teísta. De hecho, muchos consideran que Dios es el “Dios de los vacíos” (God of the gaps), el Dios a quien invocan sólo cuando no hallan explicaciones científicas. Según esta perspectiva, la ciencia avanza, es capaz de explicar más y más de los vacíos, y la necesidad de Dios disminuye. Lo “natural” llega a poder explicar casi todo, haciendo innecesario lo “sobrenatural”.3
Enfoquemos nuestra mirada en las leyes naturales
Las cosas se miran diferente si nos negamos a confinar a Dios en un cubículo del “Dios de los vacíos”. Según la Biblia, él está involucrado en las áreas más comunes de las ciencias, las áreas de los eventos predecibles, las áreas que involucran experimentos de prueba repetitiva, y aún las descripciones matemáticas exactas. En Génesis 8:22 Dios promete:
Mientras la tierra permanezca, no cesarán la sementera y la siega, el frío y el calor, el verano y el invierno, y el día y la noche (Génesis 8:22).4
Y esta promesa general referente a los tiempos regulares de la tierra es complementada por muchos ejemplos específicos en otros pasajes:
Pones las tinieblas, y es la noche; En ella corretean todas las bestias de la selva. (Salmo 104:20).
Él hace producir el heno para las bestias, Y la hierba para el servicio del hombre, Sacando el pan de la tierra. (Salmo 104:14).
El envía su palabra a la tierra; Velozmente corre su palabra. Da la nieve como lana, Y derrama la escarcha como ceniza. Echa su hielo como pedazos; Ante su frío, ¿quién resistirá? Enviará su palabra, y los derretirá; Soplará su viento, y fluirán las aguas. (Salmo 147:15–18).
Los ciclos regulares que los científicos describen, realmente son los compromisos que Dios mismo ha hecho. En su Palabra a Noé, Dios se compromete con gobernar los tiempos y los sazones. Por su Palabra, gobierna la nieve, el frío, y el granizo. Los científicos sólo describen los ciclos regulares de la Palabra de Dios que gobierna el mundo. Las llamadas “leyes naturales” son realmente la ley de Dios, o la Palabra de Dios, descritas imperfectamente o aproximadamente por los investigadores humanos.
Ahora bien, recordemos que la investigación científica depende de que haya efectos regulares en el mundo. Sin estas regularidades, no habría nada qué estudiar. Los científicos dependen no solamente de que hayan procesos regulares con que están familiarizados, como por ejemplo la conducta regular de su aparato de medir, sino también dependen de la suposición de que hallarán más regularidades en las áreas de investigación. Deben mantener la esperanza de encontrar otras regularidades, porque si no, tendrían que abandonar sus exploraciones.
La fe en las leyes científicas
¿Qué son estas regularidades? Les han puesto varios nombres: “ley natural”, “la ley científica”, “teoría”. Algunas regularidades pueden ser descritas con exactitud cuantitativa para cada caso (dentro de límites estrechos de error), mientras otras regularidades sólo se ven después de comparar un número grande de casos. Todos los científicos creen en la existencia de tales regularidades. Y en todos los casos, no importa su religión profesada, los científicos en la práctica saben que las regularidades están “ahí”. En última instancia, los científicos son “realistas” con respecto a las leyes científicas. Los científicos las descubren, no las inventan. Si no fuera así, ¿para qué todo el trabajo tedioso y frustrante de los experimentos? Sería, ¡adivine, invente, y sea famoso!
Estas regularidades son, pues, ¡regulares! Y para que algo sea regular, debe ser regulado. Se necesita una regula, una regla. El Diccionario Webster señala este concepto al definir “regular” como “formado, edificado, arreglado u ordenado de acuerdo a una regla establecida, una ley, un principio o un tipo”.5 La idea de una ley o una regla es parte integral del concepto de “regular”. Los eventos ocurren en el tiempo y el espacio. Cuando los eventos evidencian una regularidad, es porque están formados u ordenados de acuerdo a una regla o una ley. Es por esto que el término “ley” es un término natural para definir las teorías y principios científicos que son bien establecidos. Hablamos de “las leyes de Newton”, “la ley de Boyle”, “la ley de Dalton”, “las leyes de Mendel”, “las leyes de Kirchhoff”. Todos los científicos aceptan y dependen de la existencia de las leyes científicas.
Vern Sheridan Poythress, No Hay Científicos Ateos: Los Atributos Divinos de Las Leyes Naturales, trans. Guillermo Green, 1a ed., ¿Dónde Está El Sabio? (Guadalupe, Costa Rica: CLIR, 2012), 7–13.
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1 La obra sobre la auto-decepción de Gregory L. Bahnsen (“A Conditional Resolution of the Apparent Paradox of Self-Deception, Una resolución condicional para la aparente paradoja de la auto-decepción), tesis para el Ph.D., Universidad de Carolina del Sur, 1979) ha ayudado a mostrar cómo la gente maneja tales estados paradójicos. Creen en una cierta proposición y también creen (como un credo de segundo orden) que no lo creen. Han ocultado de su consciente lo que sus acciones continuamente muestran a los demás. En sus acciones tácitamente confían en verdades acerca del mundo, mientras que verbal y conscientemente no creen hacerlo. Este modelo es útil. Pero la incredulidad y la rebelión, como manifestaciones del pecado, producen profundos efectos en la naturaleza humana, incluyendo asuntos intelectuales y prácticos. Por tanto, cualquier explicación humana sobre la evasión de la verdad permanece parcial.
2 Reijer Hooykaas, Religion and the Rise of Modern Science (La religión y el surgimiento de la ciencia moderna) (Grand Rapids: Eerdmans, 1972); Stanley L. Jaki, The Road of Science and the Ways of God (El camino de la ciencia y los caminos de Dios) (South bend, IN: Regnery-Gateway, 1979); Nancy R. Pearcey y Charles B. Thaxton, The Soul of Science: Christian Faith and Natural Philosophy (El alma de la ciencia: la fe cristiana y la filosofía natural) (Wheaton, IL: Crossway, 1994); Charles E. Hummel, The Galileo Connection: Resolving Conflicts between Science and the Bible (La relación con Galileo: Resolviendo conflictos entre la ciencia y la Biblia) (Downers Grove, IL: InterVarsity, 1986).
3 Edward J. Larson y Larry Witham recientemente condujeron una encuesta sobre las creencias de los científicos y compararon los resultados con encuestas similares de 1914 y 1933 hechas por James H. Leuba. Encontraron poco cambio, contrario a la impresión de la ciencia es una fuerza secularizada. 40 por ciento creían en Dios tanto en las encuestas de Leuba como en las recientes. Pero también encontraron que la “élite” de científicos estadounidenses, representada por la Academia Nacional de la Ciencia (National Academy of Science), contenía un mayor porcentaje de incredulidad, más del 90 por ciento de los que tomaron la encuesta. (Edward J. Larson y Larry Witham, “Scientists and Religion in America” (Los científicos y la religión en Estados Unidos), Scientific American 281/3 [Set.,1999] 88–93.)
4 Las citas bíblicas aquí y en el resto del documento vienen de la English Standard Version (ESV).
5 Webster’s Ninth New Collegiate Dictionary (Noveno nuevo diccionario colegiado de Webster) (Springfield, MA: Merriam-Webster, 1987).
Un Comentario
Las leyes científicas no son descubrimientos, son descripciones del universo y su funcionamiento.
Así mismo, es incorrecto decir que las leyes científicas son «regularidades», las leyes científicas son simplemente consistentes con todo lo que hemos observado hasta ahora.
Por otra parte, creer que ciertos eventos se repiten no es lo mismo que creer en Dios.