Su Inspiración
La inspiración es la influencia y poder de Dios para controlar a los autores de modo que escribieran las Escrituras con total precisión. El mensaje pasó al texto por la actividad providencial del Espíritu Santo que dio forma y sustancia a la comunicación. Las Escrituras constituyen la revelación de Dios, son infalibles en todo lo que El dice, desde el principio al fin.
1. El origen de la inspiración (2 Timoteo 3:16)
Porque Dios inspiró el texto, leemos de la personificación de la Escritura (Romanos 9:17; Gálatas 3:8–22) y el dicho está identificado con el evangelio y la gran obra de Cristo (Hechos 13:32–35). Esta es la razón por la que cada palabra tiene valor (Gálatas 3:16) para exponer la voluntad de Dios con autoridad y podemos confiar totalmente en su contenido (Hechos 17:2–3; 26:22–23; 28:25).
Aunque los escritores eran hombres, realmente fue el Espíritu quien habló (Hechos 1:16; 4:25; Hechos 3:7) de modo que podemos estar seguros que es totalmente la palabra de Dios (Hechos 1:5–13; 4:12; 8:8).
2. El mecanismo de la redacción (2 Pedro 1:20–21)
Al leer este texto observamos dos grandes verdades: “toda la Escritura es inspirada” y la profecía “nunca fue traída por voluntad humana”.
Aunque el hombre fue el medio, nunca la Escritura se inició en él o con él, sino que el Espíritu actuó en los escritores (1 Pedro 1:11; 2 Pedro 3:16) para producir el escrito. Así lo expresaron Miqueas (3:8) o Zacarías (7:12). Los profetas fueron los portavoces del Señor (Exodo 4:10–16; 7:1) y lo sabían muy bien (2 Samuel 23:2).
3. El valor de su integridad (Juan 10:35)
Según el Señor Jesús la autoridad del Antiguo Testamento es incuestionable. “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas” —dijo— “no he venido para abrogar, sino para cumplir” (Mateo 5:17; comp. Lucas 16:17). La denominó “palabra de Dios” y pudo derrotar cualquier intento por menoscabarla (Mateo 22:29–32; Marcos 7:13).
Sus afirmaciones como “Escrito está” (Mateo 4:4) nos sostienen en la lucha que ofrece el enemigo. Por esta causa edifican (2 Timoteo 3:16–17); triunfan (Efesios 6:12–18) y dan constante testimonio de la grandeza de Cristo (Lucas 4:21; 7:22).
Conclusión
La Biblia es nuestra arma, si no obedecemos es como si la hubiésemos extraviado. El pecado nos mantiene alejados, pero cuando la usamos, la Biblia nos aleja del pecado (2 Reyes 22).
Fuente:
Raúl Caballero Yoccou, Del púlpito al corazón, Primera edición. (Miami, FL: Editorial Unilit, 1994), 89–90.